Amor a Dios sobre todas las cosas

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¿Estás amando a Dios sobre todas las cosas?

En nuestra vida diaria, muchas veces el ritmo acelerado y las preocupaciones nos desvían de lo más importante: nuestra relación con Dios. Nos enfocamos en las responsabilidades, en las metas personales o en los desafíos, y sin darnos cuenta, Dios ocupa un lugar secundario. Amamos a nuestra familia, amigos y trabajo, pero ¿dónde queda Dios en todo esto? ¿Estamos realmente amando a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente?

Reflexionemos

Jesús nos deja muy claro cuál es el mayor mandamiento en Mateo 22:37 (NTV): “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. Este llamado no es opcional ni secundario, es la base de nuestra fe. Dios nos creó para tener una relación profunda con Él, una relación donde Él ocupa el primer lugar en nuestra vida. Sin embargo, en la práctica, esto puede ser desafiante.

Amar a Dios con todo nuestro corazón significa ponerlo en el centro de nuestras emociones, decisiones y deseos. No se trata de un amor superficial, sino de un amor que envuelve todo lo que somos. Nuestra alma, que refleja nuestro ser más profundo, también debe alinearse con ese amor. ¿Y nuestra mente? Amar a Dios con toda nuestra mente implica que cada pensamiento, cada idea y cada planificación esté sometida a su voluntad. Pero, ¿cómo logramos vivir esto en un mundo que constantemente nos invita a desviarnos?

Amar a Dios sobre todas las cosas no significa que debamos descuidar nuestras responsabilidades o relaciones. Al contrario, cuando Él está en primer lugar, todo lo demás en nuestra vida cobra su verdadero sentido. Nuestras prioridades se alinean, nuestros valores cambian y nuestra paz crece, porque sabemos que estamos en el camino correcto.

Para vivir este amor, es esencial dedicar tiempo a Dios. La oración, la lectura de la Biblia y la adoración son formas de alimentar ese amor. Así como una relación humana se fortalece con el tiempo y la dedicación, nuestra relación con Dios requiere nuestro esfuerzo diario. Él no busca un amor a medias, quiere que lo amemos con todo lo que somos. Este amor nos transforma, nos renueva y nos llena de propósito.

Entonces, pregúntate: ¿está Dios en el primer lugar de tu vida? Si te das cuenta de que has dejado que otras cosas ocupen su lugar, no es tarde para cambiar. Él siempre está dispuesto a recibirnos con los brazos abiertos. Haz de este día el inicio de una nueva etapa en tu relación con Dios, amándolo con todo tu ser.

Oremos:

Padre amado, gracias porque me amas con un amor perfecto e incondicional. Te agradezco porque a pesar de mis fallas y distracciones, siempre me llamas a volver a Ti. Perdóname por esos momentos en los que he dejado que otras cosas ocupen el lugar que te corresponde. Hoy reconozco que quiero amarte con todo mi corazón, con toda mi alma y con toda mi mente. Ayúdame a priorizarte cada día, a buscarte antes que cualquier cosa, y a depender de Ti en todo momento.

Te pido que transformes mi corazón para que mi amor por Ti sea profundo y genuino. Que mi mente se enfoque en tu voluntad y que mi alma anhele estar en tu presencia. Dame la sabiduría para alinear mis prioridades y que todo lo que haga refleje mi amor por Ti. En el nombre de Jesús oramos, Amén.

Tómate unos minutos para reflexionar en lo que acabaste de leer y piensa en todo lo que Dios puede hacer por ti. Luego de eso, haz la siguiente oración:

Oración de Fe:

Señor Jesús, hoy decido amarte por sobre todas las cosas. Te entrego mi corazón, mi alma y mi mente para que seas el centro de mi vida. Perdóname por los momentos en los que no te he dado el lugar que mereces. Hoy quiero caminar de tu mano y seguir tu voluntad cada día. En el nombre de Jesús oramos, Amén.

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